lunes, 30 de julio de 2012

Olimpia, el origen de los Juegos



     Los Juegos Olímpicos (Olympiakoi Agones) tienen su origen en la ciudad de Olimpia, en Grecia, donde las distintas ciudades estados se enfrentaban en diversas pruebas atléticas. Sus comienzos nos sitúan en el 776 a.C. y se conoce su celebración hasta el 393 d.C. Cada 4 años, o cada "olimpada", tenía lugar este evento favorecido por una paz olímpica para la seguridad de los atletas y el numeroso público que se citaba en Olimpia. Entre junio y Agosto, se situaba el período escogido para los Juegos Olímpicos en la ciudad que albergaba el santuario más importante de Zeus, en el valle del Alfeo, entre cuyos valores estaban la manifestación religiosa, el desarrollo del cuerpo y el alma, la amistad entre pueblos y sobre todo la unidad de los Helenos. El evento comenzó a obtener gran importancia social, hasta el punto de encontrarse en un parón de la vida privada y los trabajos, dejando la dedicación absoluta a los juegos, que conseguía reunir a todos los griegos incluso de lugares alejados de Olimpia. La sensación de unión y hermandad reinaba en los días de celebración, donde el contacto entre estados solo emergía en señas de amistad, presididas por una tregua que obtenía carácter sagrado.

     Los primeros juegos consistieron en una fiesta local en el santuario de Zeus. Pero con la instauración de la paz olímpica, la llegada de griegos emigrantes supuso un aumento considerable entre el público asistente. Por lo que se formó la Bulé de Olimpia, que actuaba a modo de Consejo Olímpico para organizar el evento además de controlar los gastos e ingresos del tesoro de Zeus. Dentro de la organización encontramos los hellanódicas, jueces de las pruebas y los theócolos, sacerdotes encargados de los templos, altares y llevar a cabo los sacrificios en honor a los dioses. Las normas de las Olimpiadas estaban grabadas en tablas de bronce guardadas en la sede del Senado Olímpico, entre ellas están la obligación de ser griego libre para competir y la curiosidad de hacerlo en completo desnudo.

    Un año antes de que diera comienzo los Juegos, los atletas interesados comenzaban a entrenar en sus respectivas poleis, hasta que un mes antes todos se dirigían a Elis, ciudad vecina de Olimpia. En las vísperas del evento, jueces, atletas y familiares marchaban hacia el altar de Zeus, donde tenía lugar el juramento Olímpico por el que se comprometían a respetar las normas. Los juegos comenzaban con un concurso de heraldos y trompeteros, más tarde se les uniría competiciones musicales. El día siguiente abría paso para las competiciones entre los jóvenes. La prueba más emocionante de los Juegos tenía lugar el tercer día. En el estadio Olímpico se daban lugar los agones hípicos, donde los aurigas demostraban su destreza en carreras entre cuadrigras, tiradas por cuatro caballos, o bigas si eran dos los animales que corrían por cada carro. Además de las pruebas ecuestres, se disputaba el pentatlón, prueba por excelencia de los Juegos, donde se disputaban carreras, saltos de longitud, lanzamiento de disco, de jabalina y lucha. El que se imponía en todas estas pruebas era considerado rey de todos los campeones. El cuarto día de los Juegos Olímpicos era el más importante desde el punto de vista religioso, donde el ritual en honor a Zeus destacaba por el sacrificio de hasta 100 bueyes en su honor. Al quinto día le correspondía las pruebas del díaulo, una carrera de ida y vuelta a lo largo de un estadio de distancia (192 m); el dólico, donde se veían carreras de velocidad desde los 1500 metros hasta los 4600, dejando ver la auténtica resistencia de los competidores. Además de los agones atléticos, ese mismo día, tenía presencia los agones luctatorios en los que encontramos la lucha, que consistía en derribar al oponente; el pugilato, antepasado del boxeo, ya que solo se podía usar los puños; y el pancracio, la prueba más brutal en la que todo valía, y finalizaba con la rendición de un luchador o incluso la muerte. Este nutrido quinto día, finalizaba con la hoplitodromía, donde a modo de preparación para la guerra, los competidores recorrían entre 384 y 768 metros de distancia portando una armadura. En el sexto y último día, el cierre de los juegos consistía en la entrega de premios para los ganadores. Premios, lejos de obsequios materiales, consistían en honor y gloria para los vencedores. Y el derecho del campeón en todas las pruebas del pentatlón de colocar su estatua en el templo de Zeus.
Los atletas ganadores, eran recibidos en sus ciudades como auténticos héroes. 


domingo, 15 de julio de 2012

Afrodita, diosa del amor.



     Afrodita, la que los latinos llamaran Venus, la diosa Ishtar en mesopotamia o Astarté conocida por los fenicios, fuera como fuese su nombre entre los distintos pueblos de la antigüedad, simboliza a la Gran Madre común de la fertilidad. Al contrario que lo habitual entre las divinidades de origen oriental, nuestra hermosa y atractiva diosa no nace de la unión sexual de dos inmortales. Afrodita emerge de la espuma del mar fecundada por los testículos de Urano, que tras ser cortado por Cronos, fueron a parar a la inmensidad salada. Otra versión cuenta que resulta de la unión entre Zeus y Dione. Pero en cualquier caso su deshabitual belleza se hizo notar desde su nacimiento. Nereidas, tritones y demás habitantes del mar fueron a contemplarla, rodeando su concha nacarada que actuaba de cuna y carro a la vez.
   
     El halago del aire puro le arrancó un blando suspiro que el universo entero repitió estremecido. Las olas comenzaron a mecerla, el aire se tornó más leve y la naturaleza comenzó a regocijarse con tal presencia. El mundo empezaba a sentir las palpitaciones del amor y la alegría de vivir. Empujada por el Céfiro y conducida por el cortejo acuífero llega a Citera, para luego tocar tierra en la costa de Chipre.
   
     Con el cuerpo en total desnudez, sus pies tocan la arena, recoge su larguísima y hermosa cabellera y la exprime del agua salada. Las Horas estaban en la playa para recibirla, siendo las preceptoras de la diosa del amor. Una de ellas velaría sus dulces sueños y la despertaría suavemente. Una segunda le enseñó a adornarse con naturalidad para cautivar mortales e inmortales. Otra le traje las primicias de los frutos de la tierra, y el resto le enseñaron la ternura, la prudencia, la bondad y sobre todo; la humanidad. Siendo la más humana de todas las divinidades.
   
     La Fama, mensajera de Zeus, pregonó por todo el Olimpo la llegada de tal belleza. Al momento el deseo entre los varones y la curiosidad entre las mujeres inundó a todas las divinidades que el Olimpo habitaban. Las Horas perfumaron a su pupila, la coronaron con una guirnalda de flores inmarchitables y la portaron del célebre ceñidor que haría caer a todos rendidos de amor.
     Afrodita surcó los aires y se plantó en el Olimpo con sus fieles servidores, Eros e Himeros, dioses del amor y el deseo. La expectación ocasionada con el mensaje de la Fama se desbordó por completo para ánimo y deseo de los dioses, y envidia y de las diosas, donde veían a una forastera difícil de desbancar. Las frases galantes de los dioses hacia la recién llegada pronto comenzaron a tornarse en atrevimientos. Todos querían poseerla, incluso de forma legal, es decir, mediante enlace matrimonial. Incluso el mismísimo Zeus fue incapaz de evitar susurrarle palabras de amor. Afrodita, joven e inexperta, ni se inmutó ante esta acción, ya que contaban con la presencia de Hera, imposible de competir.
     Para evitar un desorden en el Olimpo, Zeus casa a su hijo Hefesto con Afrodita. Servía como premio por la forja del rayo, la construcción de su trono y el levantamiento de su palacio abovedado con acero y metales nobles, donde se admiraba la maestría del dios nombrado Vulcano por los romanos. Quedaban así emparentados el más feo de los dioses, aunque sabio y bueno como ninguno, y la más hermosa de las diosas. Pero este casamiento de conveniencia solo desataría infidelidades por parte de Afrodita para sufrimiento del buenazo de Hefesto.

Afrodita y Ares 





     El primer adulterio de Afrodita fue cometido con Ares, dios de la guerra. Este duro dios no se entretuvo en cortejar a la diosa, sino que se presentó ante ella y le expresó sus deseos. Afrodita sintió temor y a decir verdad, novata ante una situación jamás vivida. Ares, sonriendo, se sacó el casco y la coraza y se mostró de la manera más humana que podía. Ocurriría lo irremediable y Ares dio tres hijos a Afrodita; Fobos, Deimos y Harmonía. Estos pasaron por ser hijos del pobre Hefesto que no se enteraba de nada.
   
     Una noche, los amantes pasaron demasiados tiempo en el palacio de Ares en Tracia y cuando Helio despertó, aún gozaban placenteramente. No lo dudó y fue a avisar a Hefesto de lo encontrado en aquella mañana. Por una vez, Hefesto se mostró airado y forjó una red de bronce, fina como tela de araña, pero irrompible y la ató a los postes y lados del tálamo conyugal, cuyos hilos resultaban invisibles incluso a la vista de un dios.
 
      Afrodita regresó contenta a la fragua de Hefesto, y miento diciendo que a estado ocupada en Corinto. Entonces Hefesto sin inmutarse ante el descaro de la hermosa diosa, le comunica que se marcha a la isla de Lemnos a descansar de tan duro trabajo. En seguida Afrodita avisó a Ares sobre el campo libre que tenían. Este llegó y tomándola entre sus brazos, dijo: -¡Oh, diosa que yo adoro! Entreguemos nuestros corazones al placer del amor, pues Hefesto te ha abandonado prefiriendo descansar lejos de ti- La diosa cede y en el momento de mayor entusiasmo, la red de Hefesto se ciernes sobre ellos. Tal era la dureza de la obra del divino forjador que el mismísimo Ares quedó inmóvil con Afrodita entre sus brazos, ambos sobre la cama. A su vuelta, Hefesto encuentra la escena de los amantes y se dispone a avisar a todos sus compañeros celestiales para que sean testigos de su deshonor. Prometió no liberarlos hasta que Zeus no le devolviera sus valiosos regalos. Al ver el panorama, las carcajadas fueron inevitables entre algunos de los dioses allí presentes. Carcajadas que llegarían a oídos mortales. Mortales que comentaban entre ellos: -las mentiras tienen pronto o tarde consecuencia fatal; la lentitud triunfa a la ligereza. Así el cojo Hefesto, con arte y astucia, sorprende a Ares, el más ágil de los dioses del Olimpo. Ares no tiene más remedio que pagar su maldad-.
   
     En cambio, Apolo dando codazos a Hermes decía: -¿No te gustaría estar en el lugar de Ares, a pesar de la red?.
-¡Oh vergüenza, digna envidia!- contestaba Hermes -multiplicad todavía estas innumerables ligaduras, que todos los dioses y diosas del Olimpo rodeen este lecho y que pase yo la noche entera en brazos de la rubia Afrodita-. Este comentario levantó nuevas carcajadas entre el grupo de divinidades. Pero Zeus, disgustado por lo sucedido, se negó a entregar sus regalos recibidos en su boda. Además decidió no intervenir en la disputa de una pareja, si bien dejó claro que le pareció bien el castigo de Hefesto, no en cambio, el hacerlo público.
   
     Poseidón, viendo el cuerpo desnudo de la diosa Afrodita, sintió un profundo amor hacia ella. Ocultando los celos de Ares, simuló que simpatizaba con Hefesto diciendo: -Puesto que Zeus se niega a ayudar, yo me encargo de Ares, como precio por su libertad, pague el equivalente de los regalos de la boda de Zeus.
-Todo está muy bien- replicaba Hefesto -pero si Ares no cumple, tú tendrás que ocupar su lugar bajo la red.
-¿En compañía de Afrodita?- preguntó Apolo riendo.
-Yo no puedo creer que Ares no cumplirá- contestó Poseidón con nobleza- pero si así fuera, yo estoy dispuesto a pagar la deuda y casarme yo mismo con Afrodita, si esta fuera repudiada.
   
     Hefesto, enamorado locamente que se sentía por Afrodita, rompe la red con sus manos. Los dos amantes, ahora libres, volaron avergonzados, huyendo del Olimpo y de las burlas de sus compañeros. Ares se refugió en Tracia y Afrodita marchó hacia Chipre, a Pafos, donde las Gracias la sumergieron en el baño sagrado renovando su virginidad. Derramaron un perfume celeste que aumentaba la belleza de los inmortales y a adornaron a la diosa mas bella con un vestido a su altura. Así, renovada en cuerpo y alma, Afrodita se lanza de nuevo a la conquista.

Nuevas aventuras amorosas




     Halagada por la confesión de amor de Hermes, yacen juntos dando como resultado de esta unión a Hermafrodito, un ser de doble sexo. También a Poseidón le llegó el turno de poseer a la bella Afrodita por intervenir en su favor en el anterior episodio con Ares y Hefesto. Debido al amor y el deseo erótico de Afrodita, era imposible que no se diera la unión con Dioniso, dios de las orgías que siguen a las borracheras. De este encuentro surge Príapo, un dios feo, con enormes órganos genitales y dotado de erección permanente. Príapo, terror de doncellas y matronas, no podía practicar el acto sexual por el exagerado tamaño de su aparato, por lo que a él se le atribuye la invención de la masturbación. Otras historias cuentan que Príapo fue obra de Hera, creyendo que aquel era hijo de Zeus y Afrodita, en señal de venganza. 

     Afrodita no había olvidado el sofoco sufrido por la astucia de Hefesto, así que siguió con su particular venganza. Era el turno de Apolo, que tras cortejar a la diosa, Afrodita fue incapaz de retenerse ante el prestigioso dios de la poesía y la música. Era el comienzo de otro idilio. Cuando el carro del Sol se ocultaba por el horizonte, Apolo y Afrodita pasaban largas horas en la playa de la isla de Rodas, entregados a los placeres del amor. Volvían al Olimpo por distintos caminos para no levantar sospecha. Pero esta pasión pronto tendría final. Apolo se enamoró de Anfítrite, esposa de Poseidón. Así que llegó una noche en que Afrodita espero y espero, pero Apolo no volvió a llegar a su cita con la diosa del amor. 

Afrodita y Adonis


     Poco después de la aventura entre Apolo y Afrodita, el rey de Chipre, Cíniras se jactaba sobre la belleza de su hija Mirra, manteniendo incluso que estaba por encima de Afrodita. Afrodita se sintió ofendida ante esta afirmación, y con ayuda de sus poderes persuasivos hace que el rey y su hija yazcan juntos en una noche sin luna llena. El incesto permaneció durante 11 noches seguidas, en las que el rey embriagado por completo ni siquiera sabía lo que hacía. A la decimosegunda noche, Cíniras se dió cuenta de lo que estaba haciendo y con un cuchillo en mano intentó traspasar el vientre de su hija, donde ya se fraguaba un nuevo ser. Mirra consiguió huir al monte invocando protección divina, cuya respuesta no se hizo esperar, siendo transformada en el árbol de la mirra de oloroso perfume. Diez meses después, la corteza del árbol se abrió dejando a la luz del mundo al dios Adonis. Afrodita arrepentida de su acto, guarda a Adonis en un cofre y se lo confía a Perséfone para su cuidado. La reina de los muertos abrió el cofre y al encontrar un niño tan bello en su interior, no dudó en llevarlo a su palacio. Pasaron los años, y Adonis no hizo sino que aumentar en belleza, claro está, pasó a ser amante de Perséfone. Entonces llegó el día que Afrodita reclamó a su bebé salvado, Adonis. Claro está también, no recibió respuesta alguna por parte de Perséfone. La hermosa inmortal se dirige a Zeus para que intervenga en la disputa. Este, aburrido de estas historias, le pasa la misión a Calíope. La sentencia de la musa consistía en la división del año en tres partes. Primero Adonis pasaría el tiempo con Perséfone; luego sería el turno para Afrodita; y por último tendría un período en el que Adonis podría permanecer solo. Pero cuando le llegó el turno a Afrodita, haciendo uso de su ceñidor, consiguió que Adonis permaneciera con Afrodita en su período libre e incluso faltar al turno de Perséfone.


     Perséfone no dejaría la cosa ahí, y fue en busca de Ares, en Tracia, donde le contó su absoluto olvido por parte de Afrodita que ahora deseaba otro cuerpo. El dios de la guerra chilló: -¡Es un perro mortal y además afeminado!-. Sintió celos y se transformó en jabalí, para dirigirse al monte Líbano donde Adonis cazaba. Allí lo despedazó ante los ojos de la propia Afrodita, quien corrió a socorrer a su amante pero en su intento se dañó el pie, derramando la sangre divina sobre unas flores que tiñó de rojo, convirtiéndose en las rosas rojas, consagradas a la diosa del amor. En cambio, las anémonas nacen de la sangre del moribundo Adonis.


     Afrodita vuelve llorando a Zeus y le pide que pueda pasar los meses de verano con su amor Adonis. Zeus, conmovido por la diosa, le concede incluso más; así que dividió el año en dos, una parte Perséfone sería la acompañante de Adonis y la otra mitad sería Afrodita la beneficiada.


Afrodita y Anquises




     Zeus obligó a Afrodita a enamorarse de Anquises, rey de los dárdanos y nieto de Io. Era en una noche oscura, cuando Afrodita disfrazada de frigia se dirigió hacia la choza de pastor que el bello Anquises tenía en el monte troyano Ida. Afrodita consiguió seducirlo y yacieron juntos esa noche. A la mañana siguiente Afrodita reveló su identidad a su flamante compañero, Aunque juró no desvelar aquella aventura con él, no evitó que Anquises sintiera miedo, y suplicara a la diosa que no le hiciera daño. Afrodita le animó confesándole que el hijo que concebiría llegaría a alcanzar mucha fama.

     Pasó el tiempo, y cierta noche que el pastor bebía con sus amigos, uno de ellos preguntó: -¿Con quién desearías dormir, con la hija del compadre tal o con la diosa afrodita?
-No puedo darte respuesta- contestó Anquises ayudado por el alcohol -porque como he dormido con ambas, no tiene sentido tu pregunta.
     Este comentario llegó a oídos del todopoderoso Zeus y le lanzó un rallo con intención de fulminarlo. De nuevo haciendo uso de su ceñidor, Afrodita logró desviar el rayo y salvar la vida del pastor. Pero el miedo que sintió Anquises no sería cosa de tiempo, sino que jamás pudo volver si quiera a caminar de tan flojo que quedó su atemorizado cuerpo. Afrodita daría luz a su hijo Eneas, para entonces ya olvidada del pastor Anquises. Eneas sería el destinado a llevar la cultura al por entonces salvaje reino de Lacio, en Italia.


     Afrodita, diosa del amor y el deseo sexual, trajo el palpitar de locura por otras personas; el auténtico y más grande ánimo en la vida.

miércoles, 27 de junio de 2012

La arquitectura en Egipto

     Esta será solo la primera de varias síntesis que pretendo hacer sobre los distintos modos de crear y hacer arte que podemos encontrar a lo largo de la historia. Debido a que pienso hacer uso de imágenes, ya que soy de la opinión que la historia del arte está para aprenderla, pero sobre todo para admirarla, voy a dividir las síntesis en arquitectura, escultura y pintura de cada época artística.  Así que no me cortaré en mostrar imágenes de lo esencial en cada síntesis artística. Comenzaré por la civilización egipcia y poco a poco intentaré postear sobre los demás movimientos artísticos. Espero que os guste.



     La civilización egipcia fue capaz de construir en el desierto un sistema de vida próspero, aunque muy frágil, que se sustentaba en el trabajo de miles de esclavos y en una rica agricultura alimentada por el río Nilo, con sus crecidas periódicas de muerte y resurrección.
     Para asegurar su funcionamiento era necesario el reconocimiento de un poder fuerte y autoritario en la persona del faraón pero también, y sobre todo, en el favor de unos dioses que ocupaban el lugar preferente en la mentalidad egipcia, marcada por el teocentrismo junto con la vida de ultratumba, es decir la vida tras la muerte.
     Las obras de arte egipcias pretenden contribuir a estas necesidades políticas, religiosas y funerarias.De ahí la construcción de colosales templos y pirámides con gigantescas esculturas que reflejan la necesidad de contentar a los dioses y engrandecer al faraón a los ojos del pueblo.
     La fragilidad de su sistema de vida dio lugar a un fuerte conservadurismo en todos los ordenes que frenó cualquier cambio social o político y la evolución del arte se vio controlada por el estado que imponía unas normas oficiales a los artistas.
     Esta civilización presenta varios períodos en sus más de 3000 años de historia:
         - Imperio Antiguo o menfita (Menfis) hasta el 2000 a.C. (dinastías I a XI)
         - Imperio Medio o tebano (Tebas) hasta el 1500 a.C. (dinastías XII a XVII)
         - Imperio Nuevo hasta el 660 a.C. (dinastías XVII a XXV)
         - Período Saita (dinastía XXVI) hasta el siglo VI a.C. momento de la invasión persa, a la que sigue la dominación helenística ( siglo IV a.C. ) y la llegada de Roma ( 332 a.C.)


     Entre la características fundamentales se debe tener en cuenta como ya hemos dicho la construcción de edificios colosales, desproporcionados para su función pero apropiados para honrar a dioses y faraones. El predominio de las líneas rectas y de las estructuras racionales reflejan el sentido matemático de los egipcios. Los muros macizos y sólidos que se levantaron  presentaban escasos vanos y en forma de talud (base mas ancha para un mayor soporte y duración del muro) con grandes sillares de piedra colocados a hueso, rematados con la gola egipcia. Las cubiertas de los vanos y puertas eran adinteladas por lo que acentuaban la horizontalidad de los edificios que podemos relacionar con la idea del reposo de la muerte . La columna adquirió protagonismo y actuó como modulo de proporción (idea que heredarían los griegos) y está formada por una basa en forma de disco, fuste de hasta 2 metros de diámetro y capiteles que evocan a a la flora egipcia: papiriforme abierto o campaniforme, papiriforme cerrado, palmiforme y lotiforme, además del capitel hathórico.

Campaniforme
 Papiriforme cerrado

  
Palmiforme                                                                        



Lotiforme










Hathórica






     




     Se construyen templos como morada de dioses y no como lugar de liturgia colectiva. En Egipto se crearon 3 tipos de templos: el de superficie, el speos y el hemispeos.

    El templo de superficie es de planta rectangular. Se accede a él a través de una avenida de esfinges que desemboca en la fachada formada por dos pilonos en forma de talud y presidida por dos obeliscos. En su interior encontramos tres salas cuya altura y luminosidad va disminuyendo progresivamente: la sala hípetra es una patio rodeado por un pórtico de columnas. La sala hipóstila presenta una cubierta adintelada y abundan las columnas. Y el sancta sanctorum, que se trata de un conjunto de salas con la cámara del dios.
     Este esquema constructivo influiría más tarde en las basílicas paleocristianas, si bien el trato de la luz es al contrario, iluminando mucho más la zona de la cabecera.
     Los mejores ejemplos de templos de superficies se sitúan al sur del país y pertenecen a la época del imperio nuevo; hablamos de los templos de Edfu, Luxor y por último Karnak, cuya sala hipóstila es el mayor espacio cubierto construido con 152 m. de largo, 51 m. de ancho y 134 columnas.

 Sala hipóstila del templo de Edfu


Avenida de esfinges, obelisco y fachada del templo de Luxor


Representación del inmenso de templo en Karnak



     Se excavaron templos por el interior de montañas como los de Ramsés II y Nefertari en Abu-Simbel (Imperio Nuevo, 1220 a.C.). Su orientación es tan precisa que al comenzar los equinoccios, el sol ilumina el lugar más recóndito de estos templos llamados speos. El hemiespeos es un modelo mixto representado por el templo-funerario de la reina Haptshepsut en Deir-el-Bahari (Imperio Nuevo, 1480 a.C.). Se trata de un templo de superficie conectado con un sepulcro excavado en la roca.

Fachada del templo de Ramsés II

Entrada al speos de Nefertari

El inmenso hemiespeos de Haptshepsut





     Pero sin duda alguna, la forma de construcción arquitectónica insignia en la civilización egipcia es la tumba. Valorada como auténtica vivienda de los muertos, decorándolas con relieves y pinturas, lujosos sarcófagos, objetos y ofrendas para disfrute del difunto. Fueron un lujo al alcance de la minoría dominante y hubo diferentes modelos:
     La mastaba, de forma troncopiramidal, tiene una cámara sepulcral excavada en el fondo de un pozo subterráneo donde se deposita la momia y una capilla de ofrendas o serdab, donde además se le coloca el doble o soporte del Ka (alma) por si la momificación fallaba y necesitaba de otro cuerpo. Fue el primer enterramiento para faraones y más tarde para altos funcionarios.


     La pirámide escalonada pasó a ser el enterramiento más lujoso de la III dinastía. Era como una superposición de mastabas y destaca la del faraón Zoser en Sakkara (2700 a.C. Curioso ya que en Europa, por estas fechas, se levantaban dólmenes)


     Coincidiendo con el aumento del prestigio de Ra, dios del sol y del cielo, durante la IV dinastía, surge la construcción de las pirámides. Cuyo vértice apunta a este cielo y este sol, en el que la "barca solar" recogerá al difunto el día de la resurrección. La cámara sepulcral es raro encontrarla subterránea pero tiene un difícil acceso como todos sabréis por sus estructuras laberínticas. Eran construidas con gigantescos sillares de piedra revestidos con placas policromadas dispuestas en fajas, resaltando el vértice con dorados. Su forma piramidal nos lleva a relacionarla con el sentido racionalista de los egipcios y su conocimiento del número pi o relación entre el círculo y el cuadrado. Las pirámides se integran en grandes conjuntos con esfinges y templos a orillas del Nilo conectados por largas avenidas. Destacan el conjunto de Abusir y sobre todo el famoso Gizeh donde aparece la gran esfinge de veinte metros de altura y setenta de longitud que representa al faraón Kefren como ser antropomórfico acompañando a las pirámides de Kefren, Micerinos y Keops, la más grande con 146 m. de altura y 230 m. de lado en su base. Se dice que fue construida por unos tres mil esclavos durante diez años.

Abusir con Gizeh al fondo





     Por último, no podemos olvidar la construcción del hipogeo. Un sepulcro excavado en las montañas que sustituirá a las pirámides a mediados del Imperio Medio. El más famoso es el de Tutankhamon en el Valle de los Reyes, Alto Egipto, cerca de Tebas. 

La conocida máscara de Tutankhamon

     
     Hasta qui la arquitectura egipcia, pronto la escultura y puntura. Sin duda, un mundo de misterios y dudas sobre estas construcciones colosales en tiempos tan antiguos donde la única máquina de construcción era el propio hombre. 








sábado, 16 de junio de 2012

El origen de un Imperio

     Como no solo de mitología vive mi blog, me dispongo a escribir un poco sobre el origen de la ciudad mas próspera jamás conocida;

ROMA



     Hablar del origen de Roma, como todos sabréis, conlleva sumergirse en un mundo donde historia y leyenda van de la mano. Simplemente por la falta de datos históricos importantes como para mostrarnos el camino correcto hacia el origen de una civilización en la que la tradición a llevado en muchos casos a los historiadores antiguos a inventar sucesos con tal de engrandecer y poner en común dioses y mortales.

     Nos situamos a finales del siglo VIII a.C. en el centro de la península de Italia, en su margen oeste donde el río Tíber trae sus aguas desde los Apeninos para desembocar en el mar Tirreno, surcando a través de las siete colinas que fraguarían la ciudad que habría de convertirse en la mayor potencia del mundo hasta entonces conocido. Los habitantes de esta zona se dividían en aldeas de pastores y campesinos repartidos entre las elevaciones del terreno y los minúsculos valles que las separaban. En contraste con sus vecinos, estos aldeanos vivían al margen del desarrollo económico y cultural, al contrario que los etruscos al norte y los campanios y griegos del sur.

     El punto de inflexión para la creación de Roma, se le puede atribuir a la llegada del héroe Eneas sobre tierras italianas tras lograr sobrevivir a la Guerra de Troya. Eneas desposó a Lavinia, hija del rey Latino que gobernaba en el Lacio a quien se le consideraba descendiente del mismísimo Heracles. Este le entregó además unos terrenos donde Eneas fundó la ciudad de Lavinium. Tras la muerte de Eneas, su hijo Cayo Ascanio fundó otra ciudad; Alba Longa, que pasó a ser capital del Lacio gobernado por sus descendientes.

Eneas en la corte del rey Latino, oleo de Ferdinand Bol 1661-1663 Ámsterdam.


     Amulio, el último descendiente de Ascanio, destronó a su hermano Numitor. Para evitar precisamente ser destronado, Amulio obligó a su sobrina Rea Silvia a convertirse en una virgen vestal, así evitaba la única posibilidad de tener descendientes debido a la pureza que mantenían las vestales. Sería en vano su intento, ya que el dios Marte dejó embarazada de gemelos a Rea Silvia. Rómulo y Remo serían los descendientes destinados a originar el mayor Imperio conocido. Me invade la duda sobre si fue obra de Amulio con tal de acabar con la vida de los recién nacidos, o un instinto maternal de intentar desesperadamente salvar a sus hijos, la cuestión es que Rómulo y Remo acabaron en el río Tíber. Los abandonados gemelos encallaron a unos 25 kilómetros antes de perderse por una desembocadura que les llevaría seguramente a un mar de muerte. Pero sobrevivieron a su travesía, y nos cuenta la leyenda que fueron rescatados y amamantados por una loba. Eso sí, "loba" en Roma lo usaban haciendo referencia a las mujeres que frecuentaban los burdeles. Lo cuál nos lleva a pensar que la mítica loba podría tratarse de una prostituta llamada Acca Laurencia, casada con el pastor Fáustulo, los que se encargaron de criar a Rómulo y Remo. Estos crecieron sanos y salvos y llegó el día en que conocieron su verdadero origen y la historia que dictó la suerte de los bebes arrojados al Tíber. Sendos hermanos volvieron a su ciudad natal y dieron muerte al que los creía muerto; Amulio, deponiendo en el trono al hermano de su verdadera madre y anteriormente gobernador; su abuelo Numitor. El nuevo rey en señal de agradecimiento entregó unas tierras a sus nietos con el nombre de Septimontium. Se trataba obviamente de la zona donde se criaron, bajo el contexto de siete colinas y este sería el lugar escogido para crear una nueva ciudad. Pero no todo sería color de rosa y los hermanos mantuvieron una disputa por el lugar concreto donde fundar la ciudad. Remo era partidario del monte Aventino y Rómulo quería iniciar la civitas sobre el Palatino. Ambos se tumbaron en sus respectivos tumultos a esperar una señal divina que dictara el monte que serviría de base romana.

     El 21 de abril del año 753 a.C. sería el señalado como el dies natalis urbis Romae. Remo miraba el despejado cielo primaveral sobre el Aventino cuando vio pasar 6 buitres sobre su colina. Con actitud ganadora corrió hacia el Palatino para notificar la señal divina a su hermano, cuando en el justo instante que visitaba a su gemelo una banda de 12 pájaros sobrevolaba el cielo que caía sobre el Palatino. La cara de Remo embargada en la decepción bastó como mensaje de victoria para Rómulo que sin dudarlo comenzó a cavar el pomerium que fijaría los límites sagrados de la ciudad que se disponía a fundar, prometiendo dar muerte a quien osara traspasarlo. Remo cegado por su rabia y en señal de burla, cruzó el simple arado cavado por su hermano. Sería su última acción tras caer asesinado a manos de su propio hermano, argumentando que todos debían respetar las normas que impedían violar las cosas marcadas por la divinidad.

Rómulo fundó así la ciudad en el lugar escogido por los dioses y la pobló de con prófugos, refugiados y desarraigados de otras ciudades de procedencia latina. Pero con esta población no prosperarían mucho debido a la exclusividad de varones entre los habitantes de la nueva civitas. La solución la encontraron a la manera que estaban acostumbrado; robando. Pusieron los ojos en las hijas de los sabinos, que habitaban la vecina colina del Quirinal. Para hacerse con ellas, los latinos organizaron una gran fiesta con carreras de carros y enormes banquetes. Aprovechando los efectos del vino que pesaban en los sabinos, comenzó el tantas veces representado en el arte; rapto de las sabinas.


 
     Este engaño desencadenó una guerra entre sabinos y latinos. Por parte de los latinos, antes de partir a la batalla, Rómulo dejó custodiando la ciudad a la joven Tarpeya. Mala fue la elección ya que Tarpeya mantenía en secreto su amor por el rey sabino, quizás el amor que dan la riqueza y la recompensa. Por ello prometió al monarca sabino que los conduciría a él y su ejército por una vía oculta que les llevaría al capitolio latino a cambio del brazalete de oro que portaba el rey.

     Así fue como los enemigos de Rómulo se internaron en la ciudad en busca de recuperar a sus hijas dando muerte a todo el que se interpusiera en su camino. Aunque la primera víctima sería la traidora Tarpeya, quien lejos de conseguir su preciado brazalete solo sintió el enorme peso de los escudos sabinos para morir aplastada ordenado por su propio rey. Aunque también existe la leyenda de que Tarpeya fue descubierta por los latinos y la arrojaron a un precipicio que más tarde se conocería como la roca Tarpeya. Y de aquí, se dice, podría provenir la costumbre romana de lanzar al vacío a los traidores de la patria.

     El combate había comenzado cuando en plena matanza las propias sabinas se interponen entre latinos y sabinos con el fin de detener la sangría. Este acto de valor por parte de las raptadas se debe al miedo a perder por un bando a sus maridos, y por otro a padres y hermanos. Así que esta intervención llevaría a firmar la paz entre Rómulo y el rey sabino, Tito Tacio. Un gobierno conjunto entre ambos pueblos sería el encargado de hacer prosperar a la ciudad de Roma. Gracias al control de un vado natural entre Etruria y la llanura latina, consiguieron salir beneficiados por el interés comercial de los etruscos en la región del Lacio, hasta que mas tarde incluso se unirían con sabinos y latinos para mayor crecimiento y expansión de la ciudad romana.

La intervención de la mujer sabina, por Jacques-Louis David


      
     Esta es la leyenda que los romanos contaban sobre sus orígenes, donde disfrutaban de una promesa: su ciudad sería perfecta y jamás tendrá fin, pero también temían una amenaza: la sombra del fratricidio sobre la que estaba fundada, planearía como una maldición sobre su legendaria ciudad, ROMA



     

     

jueves, 14 de junio de 2012

El mito de Prometeo

     Aprovechando la aportación recibida de un artista como Sergi Segura, voy a contar un breve pero bonito resumen, a mi parecer, sobre el Mito de Prometeo.

     Prometeo era un titán que osaba y disfrutaba provocar la ira de Zeus. El poderoso Dios del Olimpo tomó la medida de privar a la humanidad del preciado fuego, con la intención de que sirviese de castigo a Prometeo considerado benefactor de la humanidad. Sólo consiguió que el osado de Prometeo entrase sigilosamente en el Olimpo para robar del mismísimo carro del dios Sol el fuego tan atesorado por los mortales. 
     
     Fue la acción que le faltaba para desatar la ira brutal de Zeus. Éste mando crear una mujer de arcilla a manos de Hefesto, dios del fuego y el acero forjado. Zeus le dio la vida y la envió, bajo el acompañamiento de Hermes, ante Epimeteo, hermano de Prometeo. Hablamos de Pandora, una mujer portadora de una caja llena de terribles males que jamás debería ser abierta. Aún con toda intención, Prometeo fue incapaz de evitar que su hermano se enamorase de Pandora, quién fue creada con muchísimas virtudes, pero también defectos, el peor de todos se le atribuye al hecho de que abrió la caja que portaba, sumiendo a la humanidad en una vida con males para venganza de un orgulloso Zeus. 

     En cuanto a Prometeo, Hefesto se encargó de encadenarlo a unas rocas en una alta montaña donde un poderoso águila vendría a devorarle el hígado. Al tratarse de un ser inmortal, el hígado de Prometeo volvía a crecer, así cada día recibía el eterno sufrimiento de ver llegar al gran águila hambrienta. 

     Aunque no pasaría allí la eternidad. Heracles se dirigía un día al Jardín de las Hespérides, y de un potente y certero flechazo derribó al gran águila, liberando así al eternamente castigado Prometeo. 
     
     El orgullo de Zeus por la hazaña lograda a manos de su hijo, superó el fuerte rencor que hacía henchir su pecho al pensar en Prometeo. Dejó de perseguir al titán, pero Prometeo portaría para siempre un anillo donde se erigía un trozo de la roca en la que pasó su terrible condena.




La ira de Zeus ante Prometeo. Ilustración de Sergi Segura. Para ver más visita http://ilustraciohistorica.blogspot.com/

martes, 12 de junio de 2012

Nace un Dios

     No podía emprender esta aventura que me dispongo a vivir con mi blog, de otra manera que dedicándole la primera entrada al personaje mitológico del cual tomo nombre, al Dios de dioses, Zeus. Solo pretendo presentar una simple mirada a este personaje concreto de la mitología griega. Para ello, es en la propia mitología donde debemos iniciar la explicación para llegar a una mejor comprensión sobre las dimensiones alcanzadas por Zeus en la mentalidad de los antiguos griegos. Hablamos de una civilización cuyos cimientos los situamos en torno al 2000 a.C. Aunque, habrá que esperar hasta el 700 a.C. para comprobar una plenitud de desarrollo. Es durante este tiempo cuando recibimos un regalo en forma de colecciones clásicas como son la Teogonía del poeta Hesíodo, y las famosas obras de Homero; la Ilíada y la Odisea. Son estas obras las que nos cuentan una serie de historias leyendas sobre una considerable variedad de dioses. Nos hablan de dioses humanizados, tanto exteriormente al ser concebidos con cuerpo humano, como interiormente, reflejándose ampliamente sentimientos terrenales que nos hacen olvidar la situación de dioses que poseen.



     Los griegos tomaron la creencia de que los dioses mitológicos habitaban en el monte Olimpo, situado en Tesalia. Desde aquí los dioses se comportaban libremente y formaban una sociedad en términos de autoridad y poder bajo la ramificación de tres grupos destacados: el cielo, el mar y la tierra. De su residencia reciben el calificativo de dioses Olímpicos de los que destacan Zeus, Hera, Poseidón. Ares, Hermes, Hefesto, Afrodita, Atenea, Apolo y Artemisa, completado muchas veces con Hestia, Deméter, Dioniso y Hades. Esta vez, nos centraremos en Zeus.

     Zeus es el todopoderoso del Olimpo, siendo dios de la luz, el cielo y del rayo. Los versos que nos dejara Homero nos mantienen en la visión de un personaje soberano de hombres y dioses a la vez de encargado del orden y la justicia del mundo. Zeus nace según la mitología del titán Crono y Rea. Aquél era el sexto hijo de esta pareja, cuyos hermanos antecesores fueron devorados por el mismo Crono con el fin de evitar la profecía del oráculo por la que un hijo destronaría al titán. La madre consiguió salvar la vida de su sexto hijo entregando una piedra envuelta para engaño de Crono. Amaltea se encargó de amamantar a Zeus y sobrevivió hasta la hora en la que se dispuso llegar al poder. Mediante una droga que le entregó la Prudencia, hizo que Crono vomitara a todos sus hermanos y entre todos, junto con la ayuda de los cíclopes,  se enzarzaron en una lucha de diez años ante Crono y los titanes en la que Zeus salió victorioso. La vida fecunda de Zeus daría lugar a un considerable número de hijos de los que destacaremos la diosa Atenea, símbolo de la sabiduría, la artesanía, la defensa y la guerra estratégica, guardando relación con la ciudad de Atenas y convirtiéndose en su protectora.

     Sobre el 435 a.C., Fidias se encargaría de esculpir una estatua de Zeus con 14 metros de altura y utilizando oro y marfil. Se implantó en Olimpia y se considera una de las siete maravillas del mundo antiguo.