sábado, 16 de junio de 2012

El origen de un Imperio

     Como no solo de mitología vive mi blog, me dispongo a escribir un poco sobre el origen de la ciudad mas próspera jamás conocida;

ROMA



     Hablar del origen de Roma, como todos sabréis, conlleva sumergirse en un mundo donde historia y leyenda van de la mano. Simplemente por la falta de datos históricos importantes como para mostrarnos el camino correcto hacia el origen de una civilización en la que la tradición a llevado en muchos casos a los historiadores antiguos a inventar sucesos con tal de engrandecer y poner en común dioses y mortales.

     Nos situamos a finales del siglo VIII a.C. en el centro de la península de Italia, en su margen oeste donde el río Tíber trae sus aguas desde los Apeninos para desembocar en el mar Tirreno, surcando a través de las siete colinas que fraguarían la ciudad que habría de convertirse en la mayor potencia del mundo hasta entonces conocido. Los habitantes de esta zona se dividían en aldeas de pastores y campesinos repartidos entre las elevaciones del terreno y los minúsculos valles que las separaban. En contraste con sus vecinos, estos aldeanos vivían al margen del desarrollo económico y cultural, al contrario que los etruscos al norte y los campanios y griegos del sur.

     El punto de inflexión para la creación de Roma, se le puede atribuir a la llegada del héroe Eneas sobre tierras italianas tras lograr sobrevivir a la Guerra de Troya. Eneas desposó a Lavinia, hija del rey Latino que gobernaba en el Lacio a quien se le consideraba descendiente del mismísimo Heracles. Este le entregó además unos terrenos donde Eneas fundó la ciudad de Lavinium. Tras la muerte de Eneas, su hijo Cayo Ascanio fundó otra ciudad; Alba Longa, que pasó a ser capital del Lacio gobernado por sus descendientes.

Eneas en la corte del rey Latino, oleo de Ferdinand Bol 1661-1663 Ámsterdam.


     Amulio, el último descendiente de Ascanio, destronó a su hermano Numitor. Para evitar precisamente ser destronado, Amulio obligó a su sobrina Rea Silvia a convertirse en una virgen vestal, así evitaba la única posibilidad de tener descendientes debido a la pureza que mantenían las vestales. Sería en vano su intento, ya que el dios Marte dejó embarazada de gemelos a Rea Silvia. Rómulo y Remo serían los descendientes destinados a originar el mayor Imperio conocido. Me invade la duda sobre si fue obra de Amulio con tal de acabar con la vida de los recién nacidos, o un instinto maternal de intentar desesperadamente salvar a sus hijos, la cuestión es que Rómulo y Remo acabaron en el río Tíber. Los abandonados gemelos encallaron a unos 25 kilómetros antes de perderse por una desembocadura que les llevaría seguramente a un mar de muerte. Pero sobrevivieron a su travesía, y nos cuenta la leyenda que fueron rescatados y amamantados por una loba. Eso sí, "loba" en Roma lo usaban haciendo referencia a las mujeres que frecuentaban los burdeles. Lo cuál nos lleva a pensar que la mítica loba podría tratarse de una prostituta llamada Acca Laurencia, casada con el pastor Fáustulo, los que se encargaron de criar a Rómulo y Remo. Estos crecieron sanos y salvos y llegó el día en que conocieron su verdadero origen y la historia que dictó la suerte de los bebes arrojados al Tíber. Sendos hermanos volvieron a su ciudad natal y dieron muerte al que los creía muerto; Amulio, deponiendo en el trono al hermano de su verdadera madre y anteriormente gobernador; su abuelo Numitor. El nuevo rey en señal de agradecimiento entregó unas tierras a sus nietos con el nombre de Septimontium. Se trataba obviamente de la zona donde se criaron, bajo el contexto de siete colinas y este sería el lugar escogido para crear una nueva ciudad. Pero no todo sería color de rosa y los hermanos mantuvieron una disputa por el lugar concreto donde fundar la ciudad. Remo era partidario del monte Aventino y Rómulo quería iniciar la civitas sobre el Palatino. Ambos se tumbaron en sus respectivos tumultos a esperar una señal divina que dictara el monte que serviría de base romana.

     El 21 de abril del año 753 a.C. sería el señalado como el dies natalis urbis Romae. Remo miraba el despejado cielo primaveral sobre el Aventino cuando vio pasar 6 buitres sobre su colina. Con actitud ganadora corrió hacia el Palatino para notificar la señal divina a su hermano, cuando en el justo instante que visitaba a su gemelo una banda de 12 pájaros sobrevolaba el cielo que caía sobre el Palatino. La cara de Remo embargada en la decepción bastó como mensaje de victoria para Rómulo que sin dudarlo comenzó a cavar el pomerium que fijaría los límites sagrados de la ciudad que se disponía a fundar, prometiendo dar muerte a quien osara traspasarlo. Remo cegado por su rabia y en señal de burla, cruzó el simple arado cavado por su hermano. Sería su última acción tras caer asesinado a manos de su propio hermano, argumentando que todos debían respetar las normas que impedían violar las cosas marcadas por la divinidad.

Rómulo fundó así la ciudad en el lugar escogido por los dioses y la pobló de con prófugos, refugiados y desarraigados de otras ciudades de procedencia latina. Pero con esta población no prosperarían mucho debido a la exclusividad de varones entre los habitantes de la nueva civitas. La solución la encontraron a la manera que estaban acostumbrado; robando. Pusieron los ojos en las hijas de los sabinos, que habitaban la vecina colina del Quirinal. Para hacerse con ellas, los latinos organizaron una gran fiesta con carreras de carros y enormes banquetes. Aprovechando los efectos del vino que pesaban en los sabinos, comenzó el tantas veces representado en el arte; rapto de las sabinas.


 
     Este engaño desencadenó una guerra entre sabinos y latinos. Por parte de los latinos, antes de partir a la batalla, Rómulo dejó custodiando la ciudad a la joven Tarpeya. Mala fue la elección ya que Tarpeya mantenía en secreto su amor por el rey sabino, quizás el amor que dan la riqueza y la recompensa. Por ello prometió al monarca sabino que los conduciría a él y su ejército por una vía oculta que les llevaría al capitolio latino a cambio del brazalete de oro que portaba el rey.

     Así fue como los enemigos de Rómulo se internaron en la ciudad en busca de recuperar a sus hijas dando muerte a todo el que se interpusiera en su camino. Aunque la primera víctima sería la traidora Tarpeya, quien lejos de conseguir su preciado brazalete solo sintió el enorme peso de los escudos sabinos para morir aplastada ordenado por su propio rey. Aunque también existe la leyenda de que Tarpeya fue descubierta por los latinos y la arrojaron a un precipicio que más tarde se conocería como la roca Tarpeya. Y de aquí, se dice, podría provenir la costumbre romana de lanzar al vacío a los traidores de la patria.

     El combate había comenzado cuando en plena matanza las propias sabinas se interponen entre latinos y sabinos con el fin de detener la sangría. Este acto de valor por parte de las raptadas se debe al miedo a perder por un bando a sus maridos, y por otro a padres y hermanos. Así que esta intervención llevaría a firmar la paz entre Rómulo y el rey sabino, Tito Tacio. Un gobierno conjunto entre ambos pueblos sería el encargado de hacer prosperar a la ciudad de Roma. Gracias al control de un vado natural entre Etruria y la llanura latina, consiguieron salir beneficiados por el interés comercial de los etruscos en la región del Lacio, hasta que mas tarde incluso se unirían con sabinos y latinos para mayor crecimiento y expansión de la ciudad romana.

La intervención de la mujer sabina, por Jacques-Louis David


      
     Esta es la leyenda que los romanos contaban sobre sus orígenes, donde disfrutaban de una promesa: su ciudad sería perfecta y jamás tendrá fin, pero también temían una amenaza: la sombra del fratricidio sobre la que estaba fundada, planearía como una maldición sobre su legendaria ciudad, ROMA



     

     

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