domingo, 15 de julio de 2012

Afrodita, diosa del amor.



     Afrodita, la que los latinos llamaran Venus, la diosa Ishtar en mesopotamia o Astarté conocida por los fenicios, fuera como fuese su nombre entre los distintos pueblos de la antigüedad, simboliza a la Gran Madre común de la fertilidad. Al contrario que lo habitual entre las divinidades de origen oriental, nuestra hermosa y atractiva diosa no nace de la unión sexual de dos inmortales. Afrodita emerge de la espuma del mar fecundada por los testículos de Urano, que tras ser cortado por Cronos, fueron a parar a la inmensidad salada. Otra versión cuenta que resulta de la unión entre Zeus y Dione. Pero en cualquier caso su deshabitual belleza se hizo notar desde su nacimiento. Nereidas, tritones y demás habitantes del mar fueron a contemplarla, rodeando su concha nacarada que actuaba de cuna y carro a la vez.
   
     El halago del aire puro le arrancó un blando suspiro que el universo entero repitió estremecido. Las olas comenzaron a mecerla, el aire se tornó más leve y la naturaleza comenzó a regocijarse con tal presencia. El mundo empezaba a sentir las palpitaciones del amor y la alegría de vivir. Empujada por el Céfiro y conducida por el cortejo acuífero llega a Citera, para luego tocar tierra en la costa de Chipre.
   
     Con el cuerpo en total desnudez, sus pies tocan la arena, recoge su larguísima y hermosa cabellera y la exprime del agua salada. Las Horas estaban en la playa para recibirla, siendo las preceptoras de la diosa del amor. Una de ellas velaría sus dulces sueños y la despertaría suavemente. Una segunda le enseñó a adornarse con naturalidad para cautivar mortales e inmortales. Otra le traje las primicias de los frutos de la tierra, y el resto le enseñaron la ternura, la prudencia, la bondad y sobre todo; la humanidad. Siendo la más humana de todas las divinidades.
   
     La Fama, mensajera de Zeus, pregonó por todo el Olimpo la llegada de tal belleza. Al momento el deseo entre los varones y la curiosidad entre las mujeres inundó a todas las divinidades que el Olimpo habitaban. Las Horas perfumaron a su pupila, la coronaron con una guirnalda de flores inmarchitables y la portaron del célebre ceñidor que haría caer a todos rendidos de amor.
     Afrodita surcó los aires y se plantó en el Olimpo con sus fieles servidores, Eros e Himeros, dioses del amor y el deseo. La expectación ocasionada con el mensaje de la Fama se desbordó por completo para ánimo y deseo de los dioses, y envidia y de las diosas, donde veían a una forastera difícil de desbancar. Las frases galantes de los dioses hacia la recién llegada pronto comenzaron a tornarse en atrevimientos. Todos querían poseerla, incluso de forma legal, es decir, mediante enlace matrimonial. Incluso el mismísimo Zeus fue incapaz de evitar susurrarle palabras de amor. Afrodita, joven e inexperta, ni se inmutó ante esta acción, ya que contaban con la presencia de Hera, imposible de competir.
     Para evitar un desorden en el Olimpo, Zeus casa a su hijo Hefesto con Afrodita. Servía como premio por la forja del rayo, la construcción de su trono y el levantamiento de su palacio abovedado con acero y metales nobles, donde se admiraba la maestría del dios nombrado Vulcano por los romanos. Quedaban así emparentados el más feo de los dioses, aunque sabio y bueno como ninguno, y la más hermosa de las diosas. Pero este casamiento de conveniencia solo desataría infidelidades por parte de Afrodita para sufrimiento del buenazo de Hefesto.

Afrodita y Ares 





     El primer adulterio de Afrodita fue cometido con Ares, dios de la guerra. Este duro dios no se entretuvo en cortejar a la diosa, sino que se presentó ante ella y le expresó sus deseos. Afrodita sintió temor y a decir verdad, novata ante una situación jamás vivida. Ares, sonriendo, se sacó el casco y la coraza y se mostró de la manera más humana que podía. Ocurriría lo irremediable y Ares dio tres hijos a Afrodita; Fobos, Deimos y Harmonía. Estos pasaron por ser hijos del pobre Hefesto que no se enteraba de nada.
   
     Una noche, los amantes pasaron demasiados tiempo en el palacio de Ares en Tracia y cuando Helio despertó, aún gozaban placenteramente. No lo dudó y fue a avisar a Hefesto de lo encontrado en aquella mañana. Por una vez, Hefesto se mostró airado y forjó una red de bronce, fina como tela de araña, pero irrompible y la ató a los postes y lados del tálamo conyugal, cuyos hilos resultaban invisibles incluso a la vista de un dios.
 
      Afrodita regresó contenta a la fragua de Hefesto, y miento diciendo que a estado ocupada en Corinto. Entonces Hefesto sin inmutarse ante el descaro de la hermosa diosa, le comunica que se marcha a la isla de Lemnos a descansar de tan duro trabajo. En seguida Afrodita avisó a Ares sobre el campo libre que tenían. Este llegó y tomándola entre sus brazos, dijo: -¡Oh, diosa que yo adoro! Entreguemos nuestros corazones al placer del amor, pues Hefesto te ha abandonado prefiriendo descansar lejos de ti- La diosa cede y en el momento de mayor entusiasmo, la red de Hefesto se ciernes sobre ellos. Tal era la dureza de la obra del divino forjador que el mismísimo Ares quedó inmóvil con Afrodita entre sus brazos, ambos sobre la cama. A su vuelta, Hefesto encuentra la escena de los amantes y se dispone a avisar a todos sus compañeros celestiales para que sean testigos de su deshonor. Prometió no liberarlos hasta que Zeus no le devolviera sus valiosos regalos. Al ver el panorama, las carcajadas fueron inevitables entre algunos de los dioses allí presentes. Carcajadas que llegarían a oídos mortales. Mortales que comentaban entre ellos: -las mentiras tienen pronto o tarde consecuencia fatal; la lentitud triunfa a la ligereza. Así el cojo Hefesto, con arte y astucia, sorprende a Ares, el más ágil de los dioses del Olimpo. Ares no tiene más remedio que pagar su maldad-.
   
     En cambio, Apolo dando codazos a Hermes decía: -¿No te gustaría estar en el lugar de Ares, a pesar de la red?.
-¡Oh vergüenza, digna envidia!- contestaba Hermes -multiplicad todavía estas innumerables ligaduras, que todos los dioses y diosas del Olimpo rodeen este lecho y que pase yo la noche entera en brazos de la rubia Afrodita-. Este comentario levantó nuevas carcajadas entre el grupo de divinidades. Pero Zeus, disgustado por lo sucedido, se negó a entregar sus regalos recibidos en su boda. Además decidió no intervenir en la disputa de una pareja, si bien dejó claro que le pareció bien el castigo de Hefesto, no en cambio, el hacerlo público.
   
     Poseidón, viendo el cuerpo desnudo de la diosa Afrodita, sintió un profundo amor hacia ella. Ocultando los celos de Ares, simuló que simpatizaba con Hefesto diciendo: -Puesto que Zeus se niega a ayudar, yo me encargo de Ares, como precio por su libertad, pague el equivalente de los regalos de la boda de Zeus.
-Todo está muy bien- replicaba Hefesto -pero si Ares no cumple, tú tendrás que ocupar su lugar bajo la red.
-¿En compañía de Afrodita?- preguntó Apolo riendo.
-Yo no puedo creer que Ares no cumplirá- contestó Poseidón con nobleza- pero si así fuera, yo estoy dispuesto a pagar la deuda y casarme yo mismo con Afrodita, si esta fuera repudiada.
   
     Hefesto, enamorado locamente que se sentía por Afrodita, rompe la red con sus manos. Los dos amantes, ahora libres, volaron avergonzados, huyendo del Olimpo y de las burlas de sus compañeros. Ares se refugió en Tracia y Afrodita marchó hacia Chipre, a Pafos, donde las Gracias la sumergieron en el baño sagrado renovando su virginidad. Derramaron un perfume celeste que aumentaba la belleza de los inmortales y a adornaron a la diosa mas bella con un vestido a su altura. Así, renovada en cuerpo y alma, Afrodita se lanza de nuevo a la conquista.

Nuevas aventuras amorosas




     Halagada por la confesión de amor de Hermes, yacen juntos dando como resultado de esta unión a Hermafrodito, un ser de doble sexo. También a Poseidón le llegó el turno de poseer a la bella Afrodita por intervenir en su favor en el anterior episodio con Ares y Hefesto. Debido al amor y el deseo erótico de Afrodita, era imposible que no se diera la unión con Dioniso, dios de las orgías que siguen a las borracheras. De este encuentro surge Príapo, un dios feo, con enormes órganos genitales y dotado de erección permanente. Príapo, terror de doncellas y matronas, no podía practicar el acto sexual por el exagerado tamaño de su aparato, por lo que a él se le atribuye la invención de la masturbación. Otras historias cuentan que Príapo fue obra de Hera, creyendo que aquel era hijo de Zeus y Afrodita, en señal de venganza. 

     Afrodita no había olvidado el sofoco sufrido por la astucia de Hefesto, así que siguió con su particular venganza. Era el turno de Apolo, que tras cortejar a la diosa, Afrodita fue incapaz de retenerse ante el prestigioso dios de la poesía y la música. Era el comienzo de otro idilio. Cuando el carro del Sol se ocultaba por el horizonte, Apolo y Afrodita pasaban largas horas en la playa de la isla de Rodas, entregados a los placeres del amor. Volvían al Olimpo por distintos caminos para no levantar sospecha. Pero esta pasión pronto tendría final. Apolo se enamoró de Anfítrite, esposa de Poseidón. Así que llegó una noche en que Afrodita espero y espero, pero Apolo no volvió a llegar a su cita con la diosa del amor. 

Afrodita y Adonis


     Poco después de la aventura entre Apolo y Afrodita, el rey de Chipre, Cíniras se jactaba sobre la belleza de su hija Mirra, manteniendo incluso que estaba por encima de Afrodita. Afrodita se sintió ofendida ante esta afirmación, y con ayuda de sus poderes persuasivos hace que el rey y su hija yazcan juntos en una noche sin luna llena. El incesto permaneció durante 11 noches seguidas, en las que el rey embriagado por completo ni siquiera sabía lo que hacía. A la decimosegunda noche, Cíniras se dió cuenta de lo que estaba haciendo y con un cuchillo en mano intentó traspasar el vientre de su hija, donde ya se fraguaba un nuevo ser. Mirra consiguió huir al monte invocando protección divina, cuya respuesta no se hizo esperar, siendo transformada en el árbol de la mirra de oloroso perfume. Diez meses después, la corteza del árbol se abrió dejando a la luz del mundo al dios Adonis. Afrodita arrepentida de su acto, guarda a Adonis en un cofre y se lo confía a Perséfone para su cuidado. La reina de los muertos abrió el cofre y al encontrar un niño tan bello en su interior, no dudó en llevarlo a su palacio. Pasaron los años, y Adonis no hizo sino que aumentar en belleza, claro está, pasó a ser amante de Perséfone. Entonces llegó el día que Afrodita reclamó a su bebé salvado, Adonis. Claro está también, no recibió respuesta alguna por parte de Perséfone. La hermosa inmortal se dirige a Zeus para que intervenga en la disputa. Este, aburrido de estas historias, le pasa la misión a Calíope. La sentencia de la musa consistía en la división del año en tres partes. Primero Adonis pasaría el tiempo con Perséfone; luego sería el turno para Afrodita; y por último tendría un período en el que Adonis podría permanecer solo. Pero cuando le llegó el turno a Afrodita, haciendo uso de su ceñidor, consiguió que Adonis permaneciera con Afrodita en su período libre e incluso faltar al turno de Perséfone.


     Perséfone no dejaría la cosa ahí, y fue en busca de Ares, en Tracia, donde le contó su absoluto olvido por parte de Afrodita que ahora deseaba otro cuerpo. El dios de la guerra chilló: -¡Es un perro mortal y además afeminado!-. Sintió celos y se transformó en jabalí, para dirigirse al monte Líbano donde Adonis cazaba. Allí lo despedazó ante los ojos de la propia Afrodita, quien corrió a socorrer a su amante pero en su intento se dañó el pie, derramando la sangre divina sobre unas flores que tiñó de rojo, convirtiéndose en las rosas rojas, consagradas a la diosa del amor. En cambio, las anémonas nacen de la sangre del moribundo Adonis.


     Afrodita vuelve llorando a Zeus y le pide que pueda pasar los meses de verano con su amor Adonis. Zeus, conmovido por la diosa, le concede incluso más; así que dividió el año en dos, una parte Perséfone sería la acompañante de Adonis y la otra mitad sería Afrodita la beneficiada.


Afrodita y Anquises




     Zeus obligó a Afrodita a enamorarse de Anquises, rey de los dárdanos y nieto de Io. Era en una noche oscura, cuando Afrodita disfrazada de frigia se dirigió hacia la choza de pastor que el bello Anquises tenía en el monte troyano Ida. Afrodita consiguió seducirlo y yacieron juntos esa noche. A la mañana siguiente Afrodita reveló su identidad a su flamante compañero, Aunque juró no desvelar aquella aventura con él, no evitó que Anquises sintiera miedo, y suplicara a la diosa que no le hiciera daño. Afrodita le animó confesándole que el hijo que concebiría llegaría a alcanzar mucha fama.

     Pasó el tiempo, y cierta noche que el pastor bebía con sus amigos, uno de ellos preguntó: -¿Con quién desearías dormir, con la hija del compadre tal o con la diosa afrodita?
-No puedo darte respuesta- contestó Anquises ayudado por el alcohol -porque como he dormido con ambas, no tiene sentido tu pregunta.
     Este comentario llegó a oídos del todopoderoso Zeus y le lanzó un rallo con intención de fulminarlo. De nuevo haciendo uso de su ceñidor, Afrodita logró desviar el rayo y salvar la vida del pastor. Pero el miedo que sintió Anquises no sería cosa de tiempo, sino que jamás pudo volver si quiera a caminar de tan flojo que quedó su atemorizado cuerpo. Afrodita daría luz a su hijo Eneas, para entonces ya olvidada del pastor Anquises. Eneas sería el destinado a llevar la cultura al por entonces salvaje reino de Lacio, en Italia.


     Afrodita, diosa del amor y el deseo sexual, trajo el palpitar de locura por otras personas; el auténtico y más grande ánimo en la vida.

7 comentarios:

  1. Genial. Me ha encantado. Tomo nota de todo. Muchas gracias por este empujón de información :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegra que te guste y te sea útil. Un saludo compañero. Y gracias a todos los que os pasáis por aquí.

      Eliminar
  2. Entre lo bien narrado que está y la magnífica información que tiene éste artículo no puede ser calificado con algo menor al excelente. Desde luego que es digno de Zeus. Felicidades por el arte de tu escritura y gracias por ofrecérnosla a los mortales.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me vais hacer llorar algún día. Excelente solo es vuestra aceptación de mi blog y excelente es como me siento cuándo os gusta algo de lo que os muestre. Gracias a ti Dafne, y a todos los que os pasáis por aquí.

      Eliminar
  3. me ha encantado me ha servido muchisimo gracias a este blog aprobe sociales

    ResponderEliminar
  4. ESTIMADOS HERMANOS:
    Solicito esclarecer a la Diosa del Olimpo Afrodita a mi oprobio sexual con Guatemala por la calumnia inicial de prevaricador con la culminante calumnia de violador sexual parafílico porque me interpelaron sexualmente por culpa de mis impostores surrealistas del inframundo paranormal.

    Atentamente:
    Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
    Documento de identificacion personal:
    1999-01058-0101 Guatemala,
    Cédula de Vecindad:
    ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
    Ciudadano de Guatemala de la América Central.

    ResponderEliminar
  5. ESTIMADOS HERMANOS:
    Solicito inscribirme en el Olimpo de los Dioses griegos.

    Atentamente:
    Jorge Vinicio Santos Gonzalez,
    Documento de identificacion personal:
    1999-01058-0101 Guatemala,
    Cédula de Vecindad:
    ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
    Ciudadano de Guatemala de la América Central.

    ResponderEliminar